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SIMPLIFICACIÓN


  Pienso en la Place du Tertre como en una simplificación del mundo, pretendiendo comparar las cosas que allí acontecen con la cotidiana dinámica en que la humanidad se desenvuelve.
  Los principales portadores de movimiento a aquel simpático rincón de París son los pintores, personajes extraños, tanto por su indumentaria como por el aspecto físico que ofrecen, con sus grandes melenas y sus barbas patriarcales.
  En segundo término están los lugares de diversión, bares y cafés, que incluyen los cantantes, músicos y demás artistas que amenizan cenas y saraos.
  En tercer orden están los desocupados, quienes abundan en el lugar; aunque allí no merecen este apelativo, puesto que se afanan en su observación de cuanto acaecer surge en el entorno.
  Por último, viene a formar parte importante, en el desarrollo de cualquier punto del reducido espacio, la ingente masa, en forma de grandes olas de colorido fantástico, que se mueve a lo largo del globo terráqueo y recibe el nombre de turismo.
Place du Tertre, mundo simplificado, es la frase que más apropiada encuentro para definir aquel pequeño trozo del viejo Montmartre, apoyado en las razones siguientes:
  Existe allí, como en todas partes, unos productores, que ven pagado su esfuerzo merced al capital que las olas de fabulosa policromía llevan encima con destino al bolsillo del prójimo. Sucede allí también, sin embargo, que no son los productores quienes reciben el dinero que el elemento cromático lleva encima; se podría incluso afirmar todo lo contrario, puesto que el beneficio percibido, en la venta y franquicia del tesoro artístico, se esfuma en gastos de convite entre el cortejo de admiradores y allegados.
  Se encuentra asimismo allí esa especie de individuos denominados vivos, que asiduamente suben al particular montículo con propósito de recolectar el caudal con destino a quien produce; el peculio, como siempre, cambia de rumbo, guiado por el buen piloto. Los vivos cuentan además sobre su conducta con el agravante de querer avasallar a los productores, achacándoles el que por su causa, sus ganancias se ven limitadas a mínimo ingreso.
Por si fuera poco el sacrificio a que se ven sometidos los mártires promotores del inagotable movimiento que prevalece en el corto espacio de la plaza, suelen hallarse acosados por la terrible plaga de desocupados, que a ellos se adhiere con fuerza persistente y destructiva, tanto de su producto como de su fortuna.
  Por fin, el componente de la ingente masa móvil siente verdadera aversión a entregar su bolsa a cambio del producto que se le ofrece; ello, no obstante, facilita el oficio de los vivos, pues, vienen a caer de bruces en sus garras destripadoras, tendidas en forma de brazos expresivos de excelente cortesía.
He aquí la explicación que puedo ofrecer acerca de la frase que utilizo para describir en esencia la Place du Tertre, en Montmarte, graciosa colina en el suave declive donde está asentada la rive droite de la ciudad de París.

JOSÉ RIVERO VIVAS
PARÍS, JUNIO 1960

 

'La vida es un continuo irse fuera.'

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